Ciberacoso infantil

Distintas formas de ciberacoso en los niños.

 

El ciberacoso infantil es un problema frecuente, mucho más de lo que los padres piensan. De hecho, las estadísticas indican que en España el 5,4% de los niños de entre 11 y 14 años han sido víctimas de acoso a través del móvil y que el 9% de los niños de esa misma edad han recibido imágenes de contenido sexual. No obstante, lo más preocupante es que el 72% de los pequeños que son víctimas del ciberacoso prefieren guardar silencio y cuando deciden hablar, lo hacen con sus hermanos o amigos, en vez de conversar con sus padres.


Desgraciadamente, el fenómeno del ciberacoso infantil adopta nuevas formas, cada vez más sutiles, de manipulación, extorsión y abuso, las cuales tienen enormes repercusiones para el desarrollo psicológico de los niños. De hecho, se conoce que la mayoría de los ciberacosadores tienen una identidad anónima o falsa, una posibilidad que ofrece internet y que les permite acercarse a los niños como si fueran sus amigos, con la intención de socavar su autoestima y humillarlos o con fines sexuales. De esta manera, resulta muy difícil identificar un caso de ciberacoso en sus primeras etapas, sobre todo si el niño no lo confiesa. Por eso, los padres deben estar al tanto de cualquier cambio en el comportamiento de su hijo.


Los 3 tipos de ciberacoso infantil más difundidos


1. Ciberbullying


Se trata de la forma más común del ciberacoso infantil e implica un acoso psicológico al niño en su espacio virtual de socialización, ya sea a través de las redes sociales, mediante el correo electrónico o por la mensajería instantánea. Por lo general, es más usual que ocurra entre los propios niños, los cuales utilizan la tecnología para acosar a sus coetáneos. Sin embargo, también puede ser empleado por jóvenes o adultos que sienten satisfacción dañando la autoestima infantil.
A diferencia del bullying, en el ciberbullying el acosador no necesita dar la cara por lo que no debe ser más fuerte o más hábil que su víctima, y ni siquiera debe conocerla personalmente. A esta persona le motiva provocar sufrimiento, humillar, avergonzar, ridiculizar o difundir rumores sobre su víctima. Obviamente, el efecto psicológico para el niño es devastador porque no solo sufre daños en su autoestima sino que también puede padecer depresión, aislamiento social e incluso pueden aparecer ideas suicidas.

2. Internet grooming


El grooming es otra de las formas del ciberacoso infantil, pero en este caso la manipulación tiene un fin eminentemente sexual. Por lo general, este tipo de acosador intenta ganarse la confianza de su víctima mediante la manipulación o el chantaje emocional para obtener gratificaciones sexuales que pueden ir desde la petición de fotos o videos de carácter erótico hasta encuentros sexuales en persona.
Todo comienza cuando el acosador, que casi siempre es un adulto, intenta engañar al niño a través de mensajes de texto, chats o por las redes sociales para obtener imágenes de contenido sexual que le sirvan para extorsionarlo y conseguir otras gratificaciones sexuales. Por lo general, los acosadores cambian de identidad y se hacen pasar por niños o adultos que quieren mantener una simple amistad, aunque su verdadero objetivo es de índole sexual.
Las víctimas del grooming terminan siendo convencidas de que deben realizar actos sexuales delante de la cámara, y a menudo son coaccionados para mantener encuentros sexuales en persona. Este tipo de acoso no solo afecta su autoestima sino que también provoca intensos sentimientos de culpa, vergüenza y humillación. De hecho, no es extraño que los niños que son víctimas del grooming a menudo reaccionen de manera rebelde y muestren comportamientos agresivos.


3. Sextorsión


Se trata de una forma de explotación sexual en la que el acosador hostiga a un niño mediante una imagen o un vídeo de carácter sexual que fue compartido por el menor. En la mayor parte de los casos, la sextorsión comienza cuando un niño o adolescente comparte información o imágenes provocativas en las redes sociales, mediante el correo electrónico o la mensajería instantánea con otra persona, que la utiliza para obligarlo a tener relaciones sexuales.
Sin embargo, cada vez es más común que la sextorsión parta de un espionaje digital; es decir, que el acosador ingrese de manera oculta, ya sea mediante un virus electrónico o usando mensajería falsa, al ordenador o al móvil de la víctima, desde donde obtiene el acceso a sus fotos y videos íntimos.
Por lo general, las víctimas de la sextorsión se sienten continuamente vigiladas y presionadas, lo que les provoca un gran desgaste a nivel emocional y físico. Además, a menudo suelen sentirse humilladas y avergonzadas por las conductas que el acosador les obliga a adoptar.