Mis dispositivos me espian para venderme cosas
¿Nuestros móviles nos escuchan?.
¿Has tenido la sensación de que tu móvil te escucha y te ofrece publicidad basada en lo que dices?
Todos nos hemos preguntado alguna vez cómo nos llegan los anuncios publicitarios justo cuando estamos buscando un determinado producto.En lo que respecta a la navegación por internet, el truco es bien conocido. Más perplejidades surgen cuando esto sucede sin haber investigado nunca en la web.
Existe una aplicación, SayPal, que paga a los usuarios por mencionar marcas famosas en sus conversaciones. La app notifica inmediatamente cuánto has recaudado con cada mención a una compañía. Una vez que se otorgan los permisos, SayPal escucha las conversaciones a través del micrófono del teléfono móvil y utiliza sofisticadas técnicas de procesamiento de lenguaje natural e inteligencia artificial para identificar palabras clave. SayPal también incluye una billetera bitcóin, para acreditar los pagos automáticamente.
¿Cómo te has quedado? Bueno, lo cierto es que no es verdad. Es una especie de experimento social montado por el creativo Matt Reed. La intención era entender si nos preocupamos más por la privacidad o el dinero. La idea de que nuestros smartphones nos escuchan es, básicamente, una leyenda urbana. Dicho esto, sin embargo, puede suceder que alguien, simplemente conversando en presencia del teléfono, se encuentre luego con publicidad de los productos mencionados.
Excluimos, en primer lugar, que algún departamento de fuerzas especiales de algún país muy perverso quiera registrar todo lo que decimos. Existen trojanos que sirven para esto, pero son muy caros. Se utilizan para escuchas telefónicas y están muy regulados. En cualquier caso, no sirven para interceptar conversaciones, pasarlas a Google o Facebook y convertirlas en publicidad. Las famosas fuerzas especiales oscuras tienen cosas más importantes que hacer que convertirse en asistentes de compras de ciudadanos comunes. Las explicaciones son un poco más complejas.
¿Los asistentes de voz nos escuchan?
Quedan entonces dos opciones: una más técnica, y otra que podemos definir como más ‘humana’. La primera: el smartphone realmente capta una conversación. Excluir a priori esta posibilidad es incorrecto, por la sencilla razón de que el móvil tiene la capacidad de hacerlo. Si esto sucede, incluso a pesar de las estrictas condiciones contractuales y legales, es otra cuestión. Técnicamente, es posible que un teléfono intercepte una conversación, extraiga palabras clave de ella y las utilice para fines como la publicidad. Este proceso, que ha sido comprobado varias veces en el pasado, está controlado por políticas legales.
El concepto es muy simple: si activas sistemas de control por voz, como Ok Google, Siri o Alexa, el móvil debe poder escuchar las voces de los alrededores. Sin embargo, el sistema tiene una barrera de entrada. Un comando que le dice al asistente de voz que, a partir de ese momento, el usuario realmente quiere pasarle comandos. El clásico «Ok Google» o «Hey Siri». Cuando la tecnología recibe el comando, activa sus mecanismos para la interpretación de las palabras que recibe. Las traduce en forma escrita, las evalúa y ejecuta los comandos correspondientes. Sin el comando de activación, en teoría, el smartphone no interpreta ninguna palabra.
Apple, por ejemplo, especifica que el comando de activación «Hey Siri» es el que le permite enviar comandos de voz a sus servidores. Mientras que hasta entonces permanecen solo en el dispositivo del usuario. Sin embargo, la empresa lleva a cabo un proceso de evaluación (grading), mediante el cual se reserva el derecho de retener una parte de las conversaciones de audio (aproximadamente un 0,2%) para mejorar el servicio. Solía hacerlo con grabaciones de audio reales, pero desde hace un par de años ha cambiado su política y usa transcripciones.
Por qué recibimos publicidad
La evaluación sirve para mejorar el servicio, no para enviar publicidad. Aunque esto, obviamente, es solo una promesa hecha por una empresa. De hecho, sabemos que con tecnologías similares, utilizadas por empresas menos serias, el smartphone puede interceptar una conversación y transcribirla automáticamente. Y luego usar la transcripción para una variedad de propósitos. Por ejemplo, reconocer nombres o tipos de productos para enviar publicidad.
Además, estas tecnologías no son solo las desarrolladas por los grandes del sector. Existen miles de aplicaciones con las mismas capacidades. A veces se crean específicamente para interceptar conversaciones y convertirlas en anuncios dirigidos. Y la mayoría escapa a los controles de las tiendas de aplicaciones.
También hay publicidad basada en la geolocalización: el teléfono registra nuestros movimientos. Si no hemos quitado esta posibilidad, recibiremos sugerencias, por ejemplo, sobre sitios y lugares de interés.
Somos olvidadizos. Porque la verdad es que, con mucha más frecuencia de lo que nos damos cuenta, nos interesamos en un tema determinado mucho antes de lo que recordamos. Tal vez lo hablamos de pasada en las redes sociales o le pusimos un ‘me gusta’ a algo sin pensarlo. Y eso es suficiente para recibir publicidad. De hecho, las redes sociales y los motores de búsqueda, a diferencia de los asistentes de voz, no tienen reparos en respetar la privacidad. Su negocio se basa en este tipo de información y, por lo tanto, aprovechan la mejor tecnología para alcanzar sus objetivos.
Finalmente, aunque parezca una solución simplista, también se pueden dar coincidencias. De hecho, hay principios matemáticos que explican que las coincidencias existen y ocurren. Solo que nos gusta llamarlas milagros, mala suerte o fortuna. O smartphones que nos escuchan.
Lo cierto es que estamos rodeados de aparatos que tienen la posibilidad de escucharnos y transformar nuestras palabras en texto y este en anuncios u otras cosas. Y aunque de momento sería una tonteria pensar que todos estamos siendo escuchados continuamente, se nos está preparando para que esto entre dentro de no mucho en nuestra normalidad y veamos como algo cotidiano que terceras personas, algoritmos u otros sistemas puedan saber de que hablamos, conozcan nuestra intimidad sin que nos importe.
Entonces pongamos paredes de cristal en nuestras casas y altavoces al exterior.